domingo, 25 de diciembre de 2011

Miseria y gloria de un romano (2)

El pendenciero mozuelo que se había hecho hombre obtuvo, gracias a su sagacidad y a la familia a la que pertenecía, la España ulterior, estando en Cádiz para luego volver a Roma. No estaba tranquilo por si algún acontecimiento se le ocultaba y redundaba en la pérdida de una oportunidad para él. En la ciudad imperial los augures le animaron, pues él les contó que había soñado que violaba a su madre, aunque Plutarco dice que este sueño lo tuvo nuestro hombre dieciocho años más tarde. Debemos tomarnos esta historia, pues, con todas las reservas. Suetonio dice que aquella madre que había visto sometida a él, no era otra que la tierra, nuestra madre común. 

Conspiró, al parecer, con M. Crasso, P. Sila y Antronio (estos dos últimos condenados por cohecho) contra el Senado, preparando se degollase a quienes se resistiesen y se nombrase dictador a Crasso, que le nombraría jefe de la caballería, pero Crasso se echó atrás considerando que se corrían muchos riesgos, lo que llevó a nuestro hombre a otra conspiración con Cn. Pisón, la cual tampoco se pudo llevar a cabo por la muerte de este. De todo ello hablan Tanusio Gémino, M. Bíbulo y C. Curíón. Incluso Cicerón llega a decir que "realizó durante su consulado el proyecto que concibió siendo edil". Si como conspirador fracasó por el momento, como edil embelleció el Comicio, el foro y las basílicas de la ciudad, decoró el Capitolio, organizó juegos y cacerías de fieras a su costa, según era costumbre entre los patricios, y fue comparado con Pólux en tanto que inmortal. Tanto entusiasmó a nuestro hombre esta gloria que organizó un combate de gladiadores, pero las autoridades romanas le prohibieron el número de ellos que él deseaba por si intentaba algún golpe.

Su ambición desmedida le hizo aspirar al gobierno de Egipto, poniendo como excusa que los habitantes de Alejandría habían expulsado a su rey, aliado de Roma. Los grandes se opusieron y no lo consiguió. Entonces es cunado reconstruyó los monumentos en honor de Mario por sus éxitos contra Yugurta, los cimbrios y los teutones, los cuales habían sido destruidos por Sila. Aprovechó que se condenó a unos sicarios para abogar por que se considerara asesinos a todos los que, durante una proscripción, habían recibido dinero público por haber matado a ciudadanos romanos. Parece que consideró que "a río revuelto, ganancia de pescadores". No contento consiguió que se acusase a C. Rabino, el cual había reprimido las sediciones del tribuno L. Saturnino y, designado por sorteo juez, se empeñó tanto en condenarlo que el pueblo vio en ello parcialidad, lo que favoreció al reo.

Su ambición continuó aspirando al pontificado máximo, para lo que empleó tanto dinero que casi se arruinó, llegando a decir a su madre, según Suetonio, que "no volvería a verle sino pontífice". En efecto, venció a sus competidores en dicho empeño.

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