viernes, 17 de febrero de 2012

Plinio el joven persiguiendo cristianos

Plinio hace méritos para medrar
Una de las primeras persecuciones a los cristianos, en el año 111 de nuestra era, pues en el siglo I hubo pocas dada la escasez de aquellos, fue la que llevó a cabo el gobernador de Bitinia, al sur del mar Negro, Plinio el joven; muy culto pero también muy aferrado a sus privilegios, pues aún teniendo dudas sobre la licitud de perseguir a personas por sus creencias religiosas, máxime cuando reconoce no hacían mal alguno, se prestó a matar cristianos, así como a castigarlos de diversas formas, para cumplir con la función que le permitía mantener su privilegiada situación. Cierto que Plinio era un romano y participaba de la cultura de su tiempo, pero conocía muy bien la filosofía estoica, y debía estar influido por cierta moral que no tuvo en cuenta cuanto actuó como aquí vamos a decir.

En una carta que dirigió al emperador Trajano (del que siempre se hablan excelencias sin la necesaria reflexión) le dice que nunca ha participado en las investigaciones sobre los cristianos, por lo que no sabe qué hechos ni en qué medida debieran ser castigados. Esta reflexión, casi literal, dice mucho de que no las debía tener todas consigo, aunque lo primero, como se verá, era contentar al emperador. En primer lugar le pregunta si no habrían de hacerse diferencias por razón de edad, "o si la tierna edad ha de ser tratada del mismo modo que la adulta". También pregunta al emperador si se debe perdonar al que se arrepiente o si le ha de castigar "aunque no se hayan cometido hechos reprobables". 

Luego añade -y parece que lo hace por si el emperador le tildaba de blando- que "mientras tanto, esto es lo que he hecho con aquellos que me han sido entregados por ser cristianos. Les preguntaba a ellos mismos si eran cristianos -sigue diciendo Plinio-. A los que respondían afirmativamente, les repetía dos o tres veces la pregunta, amenazándolos con suplicios: a los que perseveraban, los he hecho matar. No dudaba, de hecho, confesaran lo que confesasen, que se los debiera castigar al menos por tal pertinacia y obstinación inflexible". El que está en el poder cree con frecuencia que el inflexible es el de abajo. "A otros, atrapados por la misma locura, los he anotado para enviarlos a Roma, puesto que eran ciudadanos romanos". Habla luego de que se multiplicaban las denuncias y, en particular, una anónima que contenía el nombre de muchas personas. Algunos negaban ser cristianos -dice Plinio-, lo que podría ser verdad o mentira, y luego añade que "si invocaban los nombres de los dioses según la fórmula que les impusiese, y si ofrecían sacrificios con incienso y vino a tu imagen [otra muestra de las intenciones de Plinio para con el emperador al que le debía casi todo], que yo había hecho instalar con tal objeto entre las imágenes de los dioses, y además maldecían a Cristo, cosas todas ellas que me dicen que es imposible conseguir de los que son verdaderamente cristianos, he considerado que deberían ser puestos en libertad". 

La Bitinia de Plinio
Algunos confesaban ser cristianos y luego lo negaban; algunos decían que por poco tiempo, pero otros por veinte años (dice Plinio). "También todos estos han adorado tu imagen y las estatuas de los dioses, y han maldecido a Cristo". Como supongo que Trajano no era idiota, me imagino que pensaría lo servil que era Plinio con estas palabras, totalmente innecesarias quizá. Luego relata algunas costumbres rituales de los cristianos: "reunirse determinado día antes de salir el sol, y cantar entre ellos sucesivamente un himno a Cristo, como si fuese un dios, y en obligarse bajo juramento, no a perpetuar cualquier delito, sino a no cometer robo o adulterio, a no faltar a lo prometido, a no negarse a dar lo recibido en depósito...". Luego tomaban el alimento (creo que se refiere a la eucaristía), "por lo demás ordinario e inocente", dice Plinio. Luego añade que muchos habían abandonado "tales prácticas después de mi decreto... He considerado sumamente necesario arrancar la verdad, incluso mediante la tortura, a dos esclavas... Pero no logré descubrir otra cosa que una superstición irracional desmesurada". 

Plinio termina su carta al emperador diciendo que suspende la investigación para pedirle consejo, pues había gran número de denunciados, añadiendo que no solo en las ciudades, sino en el campo "se difunde el contagio de esta superstición". Los templos comenzaban de nuevo a ser frecuentados -dice- y los rituales vueltos a practicar, "y que por todas partes se vende la carne de las víctimas, que hasta ahora tenía escasos compradores". Por lo tanto concluye que muchas personas podrían enmendarse si les da ocasión de arrepentirse. 

¡Qué gran parecido con el comportamiento de las autoridades cristianas siglos más tarde respecto de los fieles de otras confesiones! No es, creo yo, que Plinio fuese pagano y Torquemada, en el siglo XV, cristiano. El asunto no es de civilización: el asunto es de moral; y tanto Plinio como Torquemada la tenían flaca, y preferían el poder a la conciencia.

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