martes, 17 de julio de 2012

Esclavos (3)


Es ilustrativo el artículo de Jörg Alejandro Telkamp (1) sobre los vericuetos y cábalas dialécticas que juristas y moralistas -en éste caso españoles- han hecho para disculpar, justificar, condenar, disimular... el trato que los indios recibían por parte de los encomenderos y conquistadores, además de la visión que tuvieron de la esclavitud.

A finales del siglo XVII -dice el citado autor- "el capitán Juan de Villalobos", de Veracruz, se dirigió al rey de Castilla en estos términos: ...y en utilidad del Comerio, y causa pública, sobre el método, y formalidad, para la introducción en las Indias de Esclavos negros... El tal Villalobos no entraba en consideraciones morales -porque la moral de la época no es la actual- sino "en utilidad del comercio" quería que el rey autorizase y protegiese, de la competencia extranjera, la introducción de negros en América. Hay que tener en cuenta que los tratadistas españoles de los siglos XVI y XVII, cuando hablan de esclavos, nunca se refieren an indios, sino solo a negros, pues por las Leyes de Indias de 1542 los indios eran vasallos de la corona y, como tales, no sujetos a la esclavitud (todo ello legalmente, porque en la práctica recibieron un trato degradante con la ayuda de caciques y curacas, como ya he dicho en otra parte). 

El esclavo era una mercancía muy valiosa, y el dominico Tomás de Mercado trata éste asunto en su obra "Suma de tratos y contratos". Se trata en esta obra de la "ética de la empresa", no de la ética sobre la esclavitud, que no se cuestiona. Los moralistas y juristas de la época podrán condenar que se trate mal a un negro o a un indio, pero no van a cuestionar, al menos de una forma radical y clara, la esclavitud misma. Mercado considera que el comercio de esclavos es lícito (en la legalidad no entra porque era evidente que las leyes lo permitían), y quizá en ello influyó la práctica portuguesa, que anticipándose al comercio de esclavos por la experiencia de sus navegantes en las costas de África, no sería oportuno que Catilla se quedase atrás. Aunque España no participó en el comercio de esclavos negros en la medida en que sí lo hicieron Portugal, Gran Bretaña y Holanda, Floridablanca, bien avanzado el siglo XVIII, llegará a acuerdos con las autoridades portuguesas para establecer una base esclavista en el golfo de Guinea.

Otro tratadista, Bartolomé Frías de Albornoz, se atrevió a más que Mercado, pero no queriendo, probablemente, romper con la dinámica de la época, entra en una serie de contradicciones condenando en unas ocasiones la esclavitud y justificándola en otras. Alejandro Telkamp reconoce en él que "habrá que tratar al esclavo de manera distinta a un cargamento de trigo", pero para Albornoz también es lícita la venta de esclavos; otra cosa es el trato que se les dé. "La calidad moral de los mercaderes... preocupa a Albornoz en mayor grado que la moralidad o inmoralidad de la esclavitud como tal". Incluso se llegó a considerar lícita la esclavitud no solo porque era buena al comercio, sino si ella servía para que el esclavo abrazase el cristianismo. 

Albornoz remite a la conciencia del traficante de esclavos -al que vende y al que compra- la licitud de esas prácticas: En  cuento al Fuero exterior no se puede poner en duda en este Contracto, que es permitido, pues los Reies lo consienten; en el Fuero interior, y del anima, tambien deve de ser bueno: pues se hace publicamente, y no hay quien diga mal dello, ni Religioso que lo contradiga... antes veo se sirven dellos, y los compran, y venden, y contratan, como todas las demás gentes, tambien esto debe ser bueno, pues que lo hace quien nos debe dar ejemplo, aun que no hai quien entienda esta cifra (alomenos para mi no lo es) que si de parte de estos miserables no ha precedido culpa, para que justamente por ella pierdan su libertad, ningún título público ni particular (por aparente que sea) basta a librar de culpa a quien tenga en servidumbre usurpada su libertad.

En estas últimas palabras Albornoz ya se plantea el tema de la esclavitud en términos exclusivamente morales: no hay quien entienda (al menos yo no lo entiendo, dice) que si los "miserables" esclavos no tienen culpa alguna, no debe haber título público ni privado que les prive de aquella libertad, la cual es la que les caracterizaría como no esclavos. Aquí Albornoz da el "do" de pecho y muestra la contradicción de un hombre (probablemente atrapado en escrúpulos de conciencia) entre lo que ve normal en el día a día y lo que su razón le dicta. 
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(1) "Esclavitud y ética comercial en el siglo XVI".









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