domingo, 5 de agosto de 2012

José Canalejas (a cien años de su muerte)


Leer las páginas del periódico "El Heraldo", publicado en Madrid desde 1890, ilustra sobre muchas de las iniciativas de éste político católico y liberal, incluso en algunos aspectos partidario de la democracia que, sin embargo, no pudo sustraerse al tiempo que le tocó vivir. Era una época de claroscuros, porque si bien España estaba atrasada con respecto a otros paíes europeos, la industrialización había empezado en algunas regiones, aunque la renta nacional estaba muy mal repartida, la nación sufriría la pérdida de Cuba (antes o después habría de producirse) y el régmen político tenía no pocas contradicciones que, por otra parte, eran comunes a los de otros países europeos. 

El catolicismo español no siguió los pasos de Canalejas, sino más bien del integrismo religioso y del conservadurismo social; quizá por ello, entre otras causas, no ha existido nunca en España un partido demócrata-cristiano, comprometido con el progreso en política y con una visión social moderna. El catolicismo belga fue muy otro, así como el francés, y en lo social ya Bismarck, en Alemania, había dado pasos que en España no se ensayarán hasta mucho más tarde. José Canalejas es un ejemplo singularísimo de católico anticlerical, porque distinguía claramente lo religioso de la Iglesia y su instrumento humano: el clero. Sus convicciones religiosas no tenian que venir refrendadas por autoridad eclesiástica alguna, ya que su preparación intelectual le hizo ver que la actitud personal ante un credo tiene bastante poco que ver con los tradicionales privilegios del clero en España, así como las dificultades que planteaban a la economía la sobreabundancia de conventos y monasterios.

En cuanto a la descentralizacion del Estado fue uno de los primeros que se dio cuenta había que aceptar los requerimientos de los nacionalistas catalanes. Recibió en cierta ocasión a Prat de la Riba y de aquella reunión salió el proyecto de ley de Mancomunidades y Delegaciones, cuando en el campo liberal había un sector que protestó por dicha "concesión". 

Con el Vaticano no tuvo casi más que diferencias. El día 8 de octubre de 1910 habló en el Congreso de los Diputados de la siguiente manera: Monjes que no tenían asilo en otra parte, a España llegaron, bien se dedicaran a la contemplación mística del Altísimo y a las oraciones fervorosas, bien traficaran en la 'Chartreuse' o el 'Benedictino" o cualquier otro licor aromático, esencia divina o esencia alcohólica; conexiones del ideal o consorcios del interés, todo fue lo mismo. Y España ha recibido aqui lo que no podía prosperar allá... No puedo, no debo sustraer por mucho tiempo al Parlamento la noticia de lo que dije y de lo que hice, y por qué lo que dije no fue aceptado, y por qué lo que hice fue motivo de censura. Tengo al par que adoptar aquellas resoluciones que estimo necesarias, y por eso dije en la Alta Cámara y repito aquí, que para mí la ley llamada del Candado es una obligación de Gobierno inexcusable, y a esa ley está adscrita mi vida ministerial, y yo no sabría gobernar si esa ley no prosperase...

Se trataba de limitar el número de conventos y monasterios en España a lo razonable para que no perjudicasen a la economía nacional; no ya porque los profesos no contribuían a producción alguna (a no ser los licores a los que hizo referencia Canalejas), sino porque con tanta exención fiscal y tantos privilegios como el clero había venido disfrutando, todo eran inconvenientes para el país. La misma jerarquía eclesiástica era consciente de que proliferaban demasiados conventos en una época en la que se había dado -tras la revolución "Gloriosa"- un rearme neocatólico, que además se expresó en agrupaciones de todo tipo para defender los intereses materiales de la Iglesia (porque los espirituales no estaban en peligro en un país abrumadoramente católico). 

Cierto que la ley del Candado no llegó a aplicarse porque dependía de la aprobación de una ley de Asociaciones y el asesinato de Cánovas hizo que esta última no llegase a aprobarse, lo que quiere decir que el programa anticlerical no era tanto del partido liberal como de un hombre que sí estaba dispuesto a llevarlo a cabo, Canalejas, en la medida en que dicho programa favoreciese al conjunto de la nación. El conde de Romanones, que le siguió en la presidencia del Gobierno, prefirió gobernar con menos sobresaltos.

Siendo ministro de Educación Santiago Alba, con Canalejas como presidente del Gobierno, se aprobaron leyes sobre secularización de la enseñanza, afianzándose la libertad de cátedra que ya se encontraba regulada por una Real Orden de 1891. Protestaron ruidosamente los obispos, pero Canalejas sabía que su obra no afectaba a la religión, sino a los privilegios que la Iglesia había gozado desde siglos. En ocasiones Canalejas fue duro con la Iglesia: Yo tengo pruebas de la mala fe y de la ignorancia con que el Papa ha procedido respecto a España, para continuar en el caso de que fuese apartado del Gobierno, que buscaría para que me ayudasen a los radicales franceses, a judíos, protestantes...., a cuantos se hallasen dispuestos a llevar a cabo [una] campaña anticlerical. Provocaría una gran campaña de agitación en España y Europa...

En Portugal se había producido, en 1910, la caída de la monarquía, y su temor consistía en que una república laica trajese a España a muchos clérigos que no tuviesen cabida en el país vecino. Se mantuvo firme ante la interpretación del Concordado de 1851, alegando que, una vez dicho Concordado era ley en España, a sus instituciones civiles correspondía en exclusiva su interpretación. E hizo una interpretación liberalizadora del artículo 11 de la Constitución de 1876 en el sentido de que, si bien los miembros de otras confesiones no podían celebrar sus cultos públicamente, sí podían indicar con señales externas los lugares y edificios donde tenían sus reuniones religiosas. Protestaron también los obispos mientras Canalejas hizo que si alguna congregación religiosa ejercía alguna "industria", debía de contribuir como el resto.

El anticlericalismo que se ha atribuido a los republicanos y partidos de izquierda durante la II República española venía de lejos y se remonta, por lo menos, al siglo XIX (y aún podemos reconocer en el regalismo ilustrado un cieerto anticlaricalismo, sobre todo cuando se denuncia la ociosidad del clero regular en la mayor parte de los casos). Por la misma época en que Canalejas legislaba con las Cortes las leyes que hemos comentado, Melquiades Álvarez, fundador del Partido Reformista y personaje sinuoso en política, decía: Destruiremos los privilegios de los institutos monacales, impediremos la injerencia de la Iglesia en el Estado... [estableceremos] el matrimonio civil, secularización de los cementerios, escuela neutra, libertad de cultos, y después, con la supresión del presupuesto de culto y clero... separación de la Iglesia y el Estado.

Y ya en otro tono que dice mucho de la catadura del personaje, Lerroux unos años antes (1906) decía: Jóvenes bárbaros de hoy, entrad a saco en la civilización decadente y miserable de éste país sin ventura; destruid sus templos, acabad con sus dioses, alzad el velo a las novicias y elevadlas a la categoría de madres para civilizar la especie... No os detengais ni ante los altares ni ante los sepulcros... Cuando durante la II República se quemen conventos e iglesias (lo que ya se había dado en el siglo XIX) los incendiarios no tuvieron que inventar nada: Lerroux lo había predicado mejor que nadie.

Pero Canalejas está en las antípodas del "emperador del Paralelo", y no osciló de un lado a otro como Melquiades Álvarez. Dentro de las limitaciones de su política y de su tiempo, ha sido una muestra de honestidad y de coherencia. Leer sus discursos parlamentarios y percibir su templanza, a veces saltada por la viveza con la que el clero criticó su obra, muestran a un hombre de estado.

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