jueves, 16 de agosto de 2012

Viaje a las Arribes del Duero


El oeste de las provincias de Zamora y Salamanca está limitado con Portugal por el encajonamiento del río Duero en el terreno: son las Arribes del Duero, una comarca con personalidad propia aunque también con variaciones paisajísticas. Se trata de una penillanura de altitudes algo más bajas que la meseta oriental, con afloraciones rocosas muy erosionadas por el viento y la nieve, cuarteadas y modeladas caprichosamente, con multitud de encinas y robles en un bosque claro donde se alternan los pastos, hoy muy resecados. La economía es fundamentalmente ganadera, aunque el turismo cumple una función complementaria. 

Antiguamente, según rezan algunos carteles informativos, el terrazgo se dividía en hojas o sectores que se cultivaban cada tres años, y en los dos años de barbecho se abonaban con el ganado. En las tierras se fueron cerrando cotos o parcelas dedicadas a cultivos, principalmente a frutales. En algunos lugares hay cruces de piedra donde se bendecían los campos cada primavera en la hoja que tocada sembrar.  Abundan también las dehesas boyales desde tiempos remotos, ya que las escasas lluvias hacen el terreno poco apto para la agricultura. No obstante se cultivan algunos valles, sobre todo para forrajes. El sistema consigue productos excelentes con muy pocos recursos y está considerado como un ejemplo de uso sostenible del monte mediterráneo, porque de un clima mediterráneo continentalizado se trata, donde el arbolado, ordenado con las zonas de pasto, ayuda a conservar el suelo y se mantiene una alta biodiversidad.

Patio de la casa El Sayal (Villaseco de los Reyes)
Nos hospedamos en la casa El Sayal, con dos partes unidas por un patio en cuyo centro se levanta un pequeño olivo. Los sillares de los muros, las comumnas de los pórticos, el frescor de la piedra, combaten el rigor caluroso de un verano sin agua y altas temperaturas. La casa se encuentra en Villaseco de los Reyes, al noroeste de la provincia de Salamanca y en uno de los brazos del embalse de La Almendra, en el río Tormes. Cerca se encuentran los pueblos de Trabanca, Fermoselle (en el extremo suroeste de la provincia de Zamora), Ahigal de los Aceiteros, Saucelle, Vilvestre, Gamones, Aldeadávila, Fregeneda, Lumbrales (que hace de centro comarcal en Salamanca antes de llegar a Ciudad Rodrigo, más al sur), Masueco, Pereña y San Felices de los Gallegos entre otros. Éste último es el que tiene más interés pintoresco, con su iglesia y convento, con sus calles medievales, sus plazas muy distintas a las de la villa, realmente importante por sus monumentos, que es Ledesma.

Molinos aceiteros, buenos bueyes y vacadas, toros de lidia, ganadería ovina y en menor grado porcina se ven en las dehesas, a un lado y otro de las carreteras locales y nacionales, en el paisaje de transición que va de la meseta a las montañas medias del centro portugués. 


Estuvimos en Ciudad Rodrigo, apartándonos de la ruta, pero acercándonos a los pueblos que recuerdo de mi infancia, junto con Águeda, el único con una vega regada por el río del mismo nombre, con huertas trabajadas por arrendatarios desde mediados del pasado siglo. Ciudad Rodrigo es la ciudad defensiva con su muralla que mira hacia el vecino Portugal, con sus plazas y palacios, sus edificios religiosos, su casa de Ayuntamiento renacentista, como tantas otras perfectamente conservadas. Abajo discurre el Águeda camino del Duero, y más al norte el corte de éste río sobre el terreno, formando barrancos enormes, paisajes abruptos y difíciles de cultivar, frontera fácil de definir entre dos estados que una vez fueron objeto de conquista común por las noblezas y los pueblos de distintos reinos y condados.

Hornacina con la estatua de un obispo en Ciudad Rodrigo

Casa de Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo
Juego de la rana (Fermoselle)



Plaza preparada para una corrida de toros en Fermoselle
Portada gótica en una iglesia de Fermoselle
Portada gótica en la misma iglesia de Fermoselle
Las ovejas nos preceden
Ventana en un edificio religioso de San Felices de los Gallegos
Calle medieval de San Felices de los Gallegos
Aljibe en Villaseco de los Reyes
El mismo aljibe anterior
Aljibe en la casa El Sayal
Fuente en la casa El Sayal
Fachada neoclásica en una iglesia de Ledesma
El edificio del casino de Ledesma fue antiguamente propiedad de la Orden de Malta por ser la sede de la encomienda de San Juan de Zamayón, heredera de la Orden del Temple (según reza uno de los carteles informativos en la villa). Se sabe que a finales del siglo XVIII la casa estuvo arrendada a uno de los boticarios de Ledesma y en tiempos más recientes pasó a ser sede del casino para hombres, donde negociantes, políticos y otros hablaban y llegaban a tratos (seguramente) no siempre ejemplares. 

La casa del Procurador es una de las más importantes de Ledesma, contando con caballerizas, corrales, pajares y oficinas. Su fachada es austera, como corresponde al gusto castellano-leonés en las villas durante los siglos del barroco. El nombre se debe a sus arrendatarios, que eran un procurador y su hermano. La Cruz de Malta que se ve en la fachada pudo deberse al abogado José Hernández, miembro de la Orden del Malta y propietario de la casa a finales del siglo XIX.

El palacio de los Nieto
El palacio de los Nieto es uno de los más representativos de la nobleza en la villa de Ledesma. Perteneció a Gonzalo Rodríguez de Ledesma, montero mayor del rey y repostero de la reina. En el siglo XVIII su propietario fue Francisco Nicolás Nieto, hasta que en el siglo XIX pasó a manos de los Tapia. El edificio contiene muchas dependencias, entre las que se encuentran el corral, la cochera y habitaciones residenciales. En la fachada, los escudos.

Rincón en Ledesma

Ventana de una casa en Ledesma
Lienzo de la muralla de Ledesma
Verraco vetón en Ledesma
De las comunidades vetonas prerromanas conservamos algunos verracos, animales esculpidos de forma rotunda y sobria, indefinida. Si los más conocidos son los "toros de Guisando", la cultura de los verracos se extiende entre el Duero y el Tajo, en la parte occidental de la meseta norte, invadiendo tierras del actual Portugal. La romanización posterior vino a reconstruir castros y poblados, que todavía se pueden ver en la comarca, y tras las disputas entre suevos y godos, la larga edad media ha dejado una huella asombrosa, que perdura no solo en la arquitectura, sino en las costumbres, en los usos campesinos, en los avances traídos del norte de África y del oriente próximo, hasta llegar a los siglos de la nobleza castellano-leonesa, mientras que la gran masa campesina y ganadera servía con sus diezmos a una Iglesia que construía sus templos en las villas, entre los ríos y los páramos. Pero hubo un tiempo en que estas fueron tierras de "pan llevar", cerealeras, aceiteras, hortícolas, antes de que la despoblación dejase el paisaje para el turista más o menos curioso, para el viajero que se acerca a estos parajes, que recomiendo por su valor natural, histórico y por el solo placer de conocer a sus gentes.

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