domingo, 14 de octubre de 2012

La marcha de la revolución

Iglesia de los bernardos donde se reunían los feuillants

Desde 1789 hasta, por lo menos, diez años más tarde, los revolucionarios franceses y los partidarios del absolutismo se matan entre sí; pero también los revolucionarios se devoran a sí mismos. El individualismo de las principales figuras fue un obstáculo para evitar tanta destrucción y muertes, pero las ideas estaban maduras y triunfaron al fin, aunque a un coste enorme. En realidad Francia estuvo en guerra civil no declarada durante todo ese tiempo.

Allí cada uno tenía una idea de por donde debía ir el país y se comportaba de forma excluyente con respecto a los demás. Era un liberalismo muy teórico que, al llevarse a la práctica, adolecía de muchísimos defectos (traiciones, conspiraciones, ejecuciones, abusos, verdaderos crímenes). No parece que la Revolución Francesa haya sido más violenta que otros movimientos sociales y políticos a lo largo de la historia, pero el hecho de que se haya hablado del "terror" la hace parecer especialmente violenta, y en realidad lo fue.

Lo primero fue excluir a los feuillants acusados de monárquicos, lo que ellos no ocultaban, pero estaban dispuestos a aceptar una Constitución, seguramente muy moderada. Logicamente se opusieron al derrocamiento del rey una vez que este huyó a Varennes al comenzar el verano de 1791. Es curioso que fueron una escisión de los jacobinos, que todavía no habían adquirido el carácter radical que luego tendrían. A los feuillants se les veía cerca del palacio de las Tullerías, temiéndose lo peor y conspirando continuamente. Barnave, su lider más evidente, será ejecutado. ¿Como excluir a los monárquicos si probablemente la mayor parte de los franceses lo eran?

Los diputados girondinos, así llamados posteriormente y sobre todo desde que Lamartine publicó una obra con este nombre, se oponían a los jacobinos porque estos, que procedían en su mayor parte del departamento del Sena, eran partidarios de una república democrática y centralista, mientras que aquellos aspiraban a la autonomía de las regiones del sur, de donde procedían la mayoría. Los girondinos defendían los intereses de la gran burguesía francesa, sobre todo la dedicada al comercio ultramarino. Su momento estuvo entre 1792 y 1793, pero en este último año sus dirigentes fueron guillotinados. Se habían opuesto a la condena del rey y también a la creación de un Tribunal revolucionario. A ellos se debe la detención de Marat, aunque resultaría absuelto antes de la conspiración contra él y de su muerte. También se opusieron al Comité de Salvación Pública y a la Comuna de París, que organizó varios motines en la capital entre mayo y junio de 1793. Siguen los arrestos de los girondinos y Brissot es guillotinado. Había sido uno de los principales alentadores de las guerras de Francia contra las monarquías absolutas europeas: ¿como concebir una Francia liberal rodeada de absolutistas?

En 1795 vino la eliminación de los montañeses, una facción de los jacobinos que eran radicalmente republicanos. Marat, Danton y Robespierre (este guillotinado en 1794) fueron sus dirigentes más notables, representantes de la pequeña burguesía culta y relacionados con la punta de lanza de la revolución en las calles: los sans-culottes. La influencia de estos llevó a los jacobinos a practicar el terror, que ellos mismos padecerían a partir de la reacción termidoriana. La influencia de los sans-culottes llevó también a Roberspierre a comprender que la revolución no podía quedarse en reformas políticas, sino que había que atender a las necesidades sociales del pueblo bajo. La revolución se anchea, sobre todo con la participación del campesinado, tanto el que apoya al tradiconalismo como por el que quiere librarse de la opresión feudal.

Una excrecencia de los jacobinos fueron los enragés (rabiosos a falta de mejor traducción), entre los que quizá haya que considerar a Hebert, arrestado y ejecutado en 1794 junto a Danton y Desmoulins, que sin embargo encarnaban una versión moderada dentro de la familia jacobina (indulgentes), partidarios de evitar el terror y la guerra con los países europeos. Es el momento en que triunfa la reacción termidoriana: la Convención sigue existiendo pero Francia estará ahora en manos de la burguesía conservadora. Se persigue a los jacobinos por parte de los monárquicos, se aprueba la Constitución de 1795 y se elimina el sufragio universal masculino, volviéndose al censitario de 1791. La guerra con Europa continúa mientras las revueltas de abril y mayo de 1795 llevan a nuevas detenciones y ejecuciones: el terror seguía pero practicado por otros.

Los revolucionarios franceses no tenían un proyecto, sino muchos, casi tantos como cabezas pensantes, casi tantos como grupos sociales se incoporaron a la revolución. Los sans-culottes querían vengarse de tantos siglos de oprobios y burlas, abusos y crímenes contra ellos. Los campesinos podían estar dominados por uno u otro líder según las regiones de Francia, pero muchos abrazaron con gusto el fin del feudalismo. No hubo una cabeza que aglutinase a todas las facciones; no hubo un grupo que estuviese imbuido de ideas realmente democráticas como más tarde se concibieron (y capaz de arrastrar a los demás por la fuerza de la razón). Jugaron mucho los intereses económicos que unos y otros representaban, jugaron mucho las visiones estratégicas en el conjunto de Europa, una Europa que tampoco estaba dispuesta a dejar vivir a la revolución. Quizá no fue posible una revolución muy diferente a la que se vivió y que hemos heredado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario