domingo, 31 de marzo de 2013

Las plazas reclamadas por la monarquía portuguesa

Olivenza, al oeste de la provincia de Badajoz


Cuando se discutieron las condiciones que darían ocasión a las paces de Utrecht, tras la guerra de sucesión a la corona de España (1713) aún quedaron contenciosos entre los dos países ibéricos, pues la monarquía portuguesa reclamaba las plazas de Badajoz, Alburquerque, Valencia de Alcántara, Alcántara, A Guarda, Tui, Baiona, Vigo y la Puebla de Sanabria, además de la colonia de Sacramento (aproximadamente la actual Uruguay, que ya había sido cedida por España a Portugal pero que, debido a la guerra, había vuelto a la soberanía española). 

Algunas de estas reclamaciones procedían de la tradición portuguesa en alguna de las plazas, caso de Olivenza, donde la influencia del arte manuelino es evidente, además del propio topónimo. La población, en parte, también era portuguesa y hoy mismo existe un sentimiento de proximidad (por lo menos) al país vecino por parte de la población. En otros casos se debía a conquistas hechas por los ejércitos portugueses durante la guerra de sucesión, particularmente en el caso de Badajoz, la Puebla de Sanabria, Alcañices, A Guarda y Tui. 

Por parte de la monarquía española había también exigencias: la armada portuguesa había apresado ciertos navíos españoles en las costas del Algarve y Buenos Aires, así como los derechos de ciertas casas nobiliarias españolas en Portugal (Aveiro y Linhares), consecuencia de los sesenta años en que la monarquía de los Austrias había reinado sobre España y Portugal al mismo tiempo (los reyes "filipes", según la denominación portuguesa).

Interior de la iglesia de la Magadalena (Olivenza)
de estilo manuelino
Así las cosas, las paces de Utrecht se firmaron en la ciudad holandesa tras varias reuniones celebradas en diversos lugares, entre otros en la casa del obispo de Bristol, que se había prestado para que las autoridades británicas influyesen lo más que pudiesen en el acuerdo definitivo. De todas formas, como comprobará cualquiera que indague sobre estos asuntos, la corona inglesa garantizó sus objetivos (Gribraltar, Menorca, los navíos "de permiso" en América) y los intereses de la monarquía portuguesa fueron relegados a un segundo e incluso tercer plano. De igual manera la tutela que la monarquía francesa ejercía sobre Felipe de Anjou, rey efectivo de España, primó sobre cualquier otra consideración. 

Para los diplomáticos españoles la colonia de Sacramento caía dentro de las posesiones españolas según el Tratado de Tordesillas de 1494, y aunque después de la fundación de la colonia en 1680 -dice Martín Marcos- y su destrucción por los epañoles un año después, se había alcanzado un acuerdo (1681) por el que los portugueses podrían vivir en la región con ciertas condiciones, jamás había llegado a ratificarse. Cuando en 1701 el rey Pero II reconoció a Felipe V como rey de España, este cedió a Portugal la colonia, pero cuando el país vecino se alió con Gran Bretaña y Austria, el de Anjou consideró roto e acuerdo.

Calle de la Puebla de Sanabria (Zamora)

Será con el nuevo rey portugués, Juan V, con quien la monarquía española, en torno a 1715, llegaría a un acuerdo que dejaría las cosas casi tal y como estaban: lo más importante conseguido por el rey portugués fue el asiento de negros en América, dando así satisfaccion a la nobleza y burguesía portuguesa que vivía del tráfico con seres humanos. A la postre consideraciones éticas y religiosas quedaban al margen: mandaban las fuerzas que siempre lo habían hecho. Por parte española intervinieron en las negociaciones el marqués de Monteleón y el duque de Osuna; y por parte portuguesa el conde de Tarouca y L. da Cunha.

Isidro Casado de Acevedo y Rosales, conde de Monteleón, procedía de madre italiana y de una noble familia. Seguramente fue nombrado para la misión con Portugal por sus conocimientos sobre la colonia de Sacramento, pues había sido miembro del Consejo de Indias y era un estrecho colaborador del rey Felipe V. Francisco de Paula Téllez-Girón y Benavides fue el VII duque de Osuna, ducado que había sido creado para Pedro Téllez en la segunda mitad del siglo XVI. Entre ambos diplomáticos españoles hubo desavenencias sobre los negocios con Portugal, lo que dilató las conversaciones y la resolución final.

Los Tarouca portugueses tenían su solar en el distrito de Viseu, al sur del Duero, siendo el embajador portugués uno de los más activos en la resolución del conflicto, además de haber suministrado extraordinarias informaciones con sus cartas e informes. En las negociaciones hubo propuestas españolas en el sentido de que la colonia de Sacramento podría ser sustituida -en favor de Portugal- por otro territorio equivalente (lo que no se llevó a cabo). Incluso hubo intentos de entablar una guerra particular entre las dos monarquías ibéricas, lo que tampoco fue posible porque ni Gran Bretaña ni Francia estaban por la labor; en otro orden de cosas ni los ejércitos portugueses ni los españoles estaban preparados para continuar una contienda ya de por sí larga a escala europea.

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