lunes, 21 de octubre de 2013

El pintor de Kiev


Parjómovka se encuentra al nordesde de Ucrania, donde Malévich pasó unos años cuando joven, a finales del siglo XIX. El paisaje rural dominante, en contacto con la naturaleza, le hizo propenso a representarla. Al otro lado de la frontera, algo más al norte, seguían las llanuras con sus herbazales y paisajes lacustres, donde Malévich se dedicó a la pintura con toda su pasión. Luego estudiaría en Kiev y conocería a muchos pintores y artistas a lo largo de su vida, pues fue realmente un cosmopolita a pesar de haber nacido en una región tan lejana de los grandes centros del arte como París, Viena o Berlín. 

Desde una técnica impresionista, cuando en Francia este estilo ya estaba en retirada (Malévich nace tarde para incorporarse a la época de máxima producción impresionista) llegó al suprematismo, que es realmente su creación teórica y práctica, camino del cubismo y de otras vanguardias, incluso hacia la abstracción antes y tras la revolución soviética de 1917.

Debió de participar en algunos de los hechos revolucionarios de ese año y luego se amigó con el régimen soviético hasta el punto de que gozó de honores y nombramientos hasta su muerte, en 1935. Es cierto que todavía no habían empezado las grandes purgas de Stalin, pero la Unión Soviética ya se caracterizaba por la eliminación de todo disidente, la persecución, la falta de libertad y el cimen oficial. Malévich nunca protestó por esto, quizá porque estaba demasiado preocupado por sus teorías sobre la plástica y el arte en general, quizá porque no quiso arriesgar una vida llena de éxitos o quizá por cobardía, ya que no cabe pensar estuviese de acuerdo con la barbarie del régimen stalinista. 

Su obra es un intento de volver al primitivismo, en lo que se parece a Gauguin, pero los resultados de uno y otro son muy distintos. Se relacionó con futuristas y con cubistas, con fauves y con expresionistas, experimentando teóricamente todos estos movimientos que se influían mutuamente. Conoció a Kandinsky, a Matisse y a Picasso, pareciendo que de todos ellos aprovechó la parte que le interesó o supo sintetizar en la obra propia muchos de los aspectos que veía en las formas geométicas del cubismo, el color de los fauves, las experiencias de los arquitectos y artistas de la Bauhaus y la obra de otros pintores rusos con los que mantuvo una relación de contínuo debate.

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