domingo, 5 de julio de 2015

Viaje al cabo Roncudo


En el noroeste de Galicia se encuentra Corme, villa del municipio de Ponteceso, y en el extremo occidental uno de los "finis terrae" del viejo continente, el cabo Roncudo. Desde A Coruña se llega en dirección suroeste, desviándose a la derecha en Carballo, y antes de llegar a Malpica de Bergantiños, a la izquierda. Desde Santiago debe seguirse la carretera a Santa Comba, en dirección noroeste, hasta llegar a la ría de Corme, más pequeña que otras de Galicia. El paisaje es montuoso pero no abrupto, pues las alturas no superan los 250 metros sobre el nivel del mar. Muy cerca de la costa, sobre el estuario del río Anllóns, se encuentra monte Branco, a donde se puede subir para ver uno de los paisajes más extraordinarios de Galicia en varias direcciones: mar adentro, el arenal dunar del río Anllóns, la marisma con su riqueza en avifauna, hacia el norte y hacia Laxe con su promontorio costero, hacia el cabo Vilán...

A finales del siglo XIX, según el cronista local, Ferreiro Chans, la villa de Corme tenía 3.800 habitantes (junto con su alfoz), cinco fábricas de salazón, más de cuarenta barcos de cabotaje y una actividad pesquera notable. En Corme había una aduana, la Comandancia de Marina y los petaches de la villa llegaban hasta aguas asturianas, cargados de la madera que bajaba siguiendo la corriente del río Anllóns. La importancia de la marina comercial en Corme -seguimos al mismo autor- duró hasta los años sesenta del pasado siglo. A finales del XIX había más de 90 barcos petaches, y un barco llamado "De Carreira e América" viajaba dos veces por año a La Habana. En 1934 se subastaron en la lonja 100.000 kg. de langosta y 175.000 de sardina... así era la villa de Corme, mientras que Ponteceso tiene a gala haber visto nacer a Eduardo Pondal en 1835, recorriendo con sus poemas todo el romanticismo gallego. Allí está su casa natal, notable frente al puente que da nombre a la villa, y en una aldea vecina el edificio de la Fundación que lleva el nombre del poeta.

Los vecinos de Corme honran a uno de sus antepasados famoso: Francisco A. Mourelle de la Rúa, nacido a mediados del siglo XVIII y explorador del Pacífico. En 1775 participó en una expedición que encontró la bahía de Bucareli, al sur de Alaska. Un diario de Mourelle fue utilizado por James Cook para otros viajes, y en 1779 aquel participó en otra expedición por el golfo de Alasca, al sur de dicho territorio y luego a la península de Kenay, relativamente próxima al golfo citado. Más tarde participó en otras expediciones por Filipinas y China.

En 1886 nació en Corme Joaquín M. Mosquera Manso, verdadero científico que combinó sus investigaciones de cartografía, biología, ictiología e historia. Ya maduro estuvo en la República Dominica y Venezuela, escapando de un dictador para ponerse al servicio de otro.

En direción suroeste, hacia Cabana, hay un museo del lino, recordatorio de los muchos talleres antiguos que había en Galicia, y el topónimo Liñares, alusivo a la planta (en Ares, Poio, A Baña, Brión, Carballo, Cedeira y muchos más municipios de Galicia). Cerca está el castro de Borneiro, con sus casas circulares, pocas y en un paraje verde y escondido. Los pueblos que habitaron estos poblados conocieron el hierro, llevaron a cabo una agricultura rudimentaria, una artesanía elemental y llegaron a conocer la cultura romana en mayor o menor medida. Algunos de ellos sobrevivieron hasta época sueva.

En otro orden de cosas esta es la tierra del percebe, cuya fiesta va ya por el XXIII aniversario; de carne consistente cocida en agua y sal, los percebes se sirven calientes. La delicia de su sabor contrasta con el peligro que corren los que los capturan en las abruptas rocas costeras batidas por el mar bravío. Compite el percebe de Ponteceso con los de Ortegal, Carnota y Malpica de Bergantiños.

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