jueves, 18 de agosto de 2016

Pueblos de inquisidores

Portada de la iglesia de San Miguel, Mazuecos (Palencia)

Durante las primeras décadas del siglo XVII, en España, los inquisidores de Valladolid, una de las capitales administrativas más importantes, eran castellanos, como es el caso de Francisco Blanco de Salcedo (Meneses, Palencia), Alonso Jiménez de Reinoso (Mazuecos, Palencia), Juan de Ribera Morejón (Medina del Campo, Valladolid), Pedro de Vega Gasca (Tordesillas, Valladolid), Pedro Lobete (Paredes de Nava, Palencia), Juan Delgado de la Canal (San Millán de la Cogolla, Logroño), Pedro Muñoz Torres (Trasmiera, Logroño) y Juan Roco Campofrío (Alcántara, Cáceres)[1].

Para dirigir la Inquisición en un amplio territorio de España había, en el siglo citado, tres inquisidores, un fiscal, cinco notarios del secreto, un alguacil, un notario de secuestros, un alcaide, un nuncio, un portero y un receptor. La sede principal para Castilla la Vieja y territorios colindantes estaba en Valladolid y la Inquisición se tuvo que ocupar de las oleadas de judíos que huían de la misma institución portuguesa, a pesar de que el rey de España lo era al mismo tiempo del país vecino hasta mediados del siglo. Se fueron asentando por varios países de Europa, especialmente Holanda. En la actual provincia de Ávila, además, había un buen número de moriscos hasta su expulsión desde 1609.

Los inquisidores mantuvieron varios conflictos entre ellos por cuestiones de fuero y preeminencia, pero también por asuntos tan “menores” como disponer de casa o no. Los inquisidores y fiscales debían tener, por lo menos, “órdenes sagradas”, cláusula que eliminó Felipe III en 1608, pero debían ser célibes y demostrar “limpieza de sangre”. Entre ellos se heredaban los cargos, había un clientelismo consumado y la venalidad era norma. Un caso particular fue el del inquisidor Juan Bautista de Acevedo, del que se dijo que era de baja extracción social y escasa formación; conocido por su nepotismo, fue duramente criticado pero gozó del favor del duque de Lerma, que tampoco se lució por su honestidad. Muchos de los que llegaban a Valladolid para ejercer sus funciones venían precedidos de una larga experiencia, por ejemplo, habían trabajado en Logroño, Córdoba, Murcia, Valencia o Zaragoza.

La gran peste que asoló a Castilla a finales del siglo XVI se dejó sentir en Valladolid. En julio de 1599 los inquisidores dieron cuenta de ello indicando que el tribunal debía mudarse a otro lugar y el 24 del mismo mes y año reiteraron sus temores. Esta peste fue, durante algunos años, tan devastadora que mantuvo a los estudiantes apartados de las ciudades universitarias, y un inquisidor, Cortázar, debido a su avanzada edad, fue autorizado para que se retirase a la abadía de Husillos, al sur de la actual provincia de Palencia.

De Alonso Jiménez de Reinoso, natural de Mazuecos (relativamente cerca de la ciudad de Palencia) dijo Góngora que era “el mejor garañón que tiene Castilla”[2], por lo que para el autor citado debía ser un “asno” o un rijoso personaje. Cuando el tribunal tuvo que trasladarse a Medina del Campo[3] por haber sido trasladada la capital de la monarquía a Valladolid en época de Felipe III, Jiménez de Reinoso se negó a compartir estancia con el alcaide alegando que era el inquisidor más antiguo. Reinoso murió en Valladolid en octubre de 1607, año en que la enfermedad azotó de nuevo al tribunal, lo que aquel había informado en agosto anterior: algunos de los funcionarios de la Inquisición estaban enfermos de tercianas y calenturas.

Francisco Blanco de Salcedo había nacido en Meneses de Campos[4] (Palencia) siendo inquisidor en Murcia y Sevilla. En Valladolid fue apartado de su cargo de inquisidor por ordenar el traslado de varios presos enfermos desde las cárceles a hospitales o a sus residencias particulares, e igual pasó a Roco Campofrío. Según Sáenz Berceo, raramente se recurría a soluciones tan drásticas: el inquisidor de Cerdeña fue destituido y confinado en un convento por graves irregularidades en 1568. Quizá Reinoso había sido trasladado de Córdoba a Valladolid como consecuencia de graves acusaciones en 1597, sobre todo en lo referente a su vida disoluta y su amancebamiento con una dama granadina[5].

Los casos más significativos de acusación contra inquisidores son: el retraso en las tramitaciones, lo que provocaba que los presos “sufrieran mucho”; el abuso de autoridad; parcialidad en las causas; servirse de criados y lacayos moriscos, confesos, etc. con parientes presos; irregularidades en los autos de fe; en la administración de los bienes; convivencia con mujeres…

Roco y Reinoso alegaron ante sus superiores en defensa de su honra, y diciendo que en otras ocasiones “se hallaran frayles, monjas y otras personas que estando presas en las carzeles secretas desta inquisición las an sacado dellas y llevado a curar a sus conventos y muertose en ellos y a las demas a casas particulares y a hospitales…” (sic).

Pedro Lobete era de Paredes de Nava (Palencia) y cuando llegó a Valladolid como inquisidor la enfermedad seguía haciendo mella: en mayo de 1607 los inquisidores informaron de la muerte del procurador del fisco y que estaban vacantes los puestos de alguacil y notario del secuestro. Hasta tal punto la desgracia se cebaba en Valladolid que el tribunal decidió dar al barbero una gratificación de cien reales, además de su sueldo, por el exceso de trabajo en sangrías. Cuando muere Lobete los otros inquisidores sugirieron que no se cubriese su plaza, pues las rentas no lo permitían, lo que fue aceptado por la Suprema. Pero quizá una de las razones fuese la antigüedad en el cargo (podía ser destinado alguien más veterano) lo que está demostrado era motivo de múltiples enfrentamientos entre los inquisidores.

Cuando muere el rey Felipe III, en 1621, los inquisidores de Valladolid Juan Delgado de la Canal, Juan de Ribera Morejón y Pedro Muñoz Torres recibieron “diez varas de veinte y dozeno” como lutos por el rey. El primero era de San Millán de la Cogolla, por lo tanto fuera y lejos de la Tierra de Campos palentina, e igualmente el tercero, que era de Trasmiera, pero de nuevo volvemos al núcleo castellano con el segundo, que era de Medina del Campo.


[1] María del Carmen Sáenz Berceo, “Los inquisidores del Tribunal de Valladolid durante el reinado de Felipe III”. 1999.
[2] autillodecampos.blogspot.com.es/2013/09/el-inquisidor-alonso-jimenez-de-reinoso.
[3] El obispo de Palencia, Martín de Aspe, se opuso a que el Tribunal se instalase en dicha ciudad, concretamente en el hospital de San Antolín.
[4] Al oeste de la ciudad de Palencia.
[5] Ver nota 1.

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