martes, 5 de septiembre de 2017

Mansionarios, extravagantes, racioneros, capellanes, clerizones...



Gracias al “Libro de Beneficios del Arzobispado de Toledo” (1501) hecho a instancias de cardenal Cisneros sabemos, entre otras cosas, el valor económico de las prebendas de los clérigos en la época. Desde el siglo XIII se produjeron algunas novedades eclesiásticas en las ciudades: una renovación del mensaje religioso por las órdenes mendicantes y el aumento de los espacios “sagrados” en las ciudades, según el estudio hecho por María José Lop Ortín[1]. La autora analiza el peso eclesiástico en seis ciudades del arzobispado de Toledo, justo las que eran cabezas de arcedianatos: Toledo, Talavera, Madrid, Guadalajara, Ciudad Real y Alcaraz.

Fue –dice la autora citada- en una constitución del sínodo de Talavera de 1498, donde se dispuso que arciprestes y vicarios presentaran una relación de todos los beneficios existentes en sus territorios, en conjunto, 23 arciprestazgos y 3 vicarías. Entre otras informaciones se mandó que se explicitara si el clérigo cumplía con su obligación de residencia. El documento es excepcional en el conjunto de las diócesis castellano-leonesas.

El arzobispado de Toledo coincide en líneas generales con un amplio espacio al sur del Sistema Central que se corresponde con la antigua taifa toledana del siglo XI, y que los cristianos llamaron luego Reino de Toledo y, a partir de la segunda mitad del siglo XVI, Castilla la Nueva. Estas tierras se caracterizaban por la dispersión urbana, lo que se corresponde con la dispersión del poblamiento, hasta el punto de que las ciudades citadas, salvo Toledo, estaban muy marcadas por su entorno rural. En la Edad Media tuvieron, además, un acusado carácter militar.

Todas, salvo Alcaraz, estaban ya bajo dominio cristiano en las primeras décadas del siglo XIII (aunque una estaba por fundarse, Villa Real en 1255), mientras que la citada, a partir de 1213. Todas eran ciudades de realengo excepto Talavera, que en 1369 fue entregada por Enrique II a la mitra toledana, y todas tenían amplios alfoces excepto Ciudad Real, que estaba rodeada por los dominios calatravos. Por último cinco de ellas, excepto Alcaraz, tuvieron representación en Cortes.

Es necesario pararse sobre el concepto de ciudad en la época, pues Toledo tenía unos 27.000 habitantes a finales del siglo XV, mientras que el resto estaba en una media de 6.000. Toledo tenía, desde el siglo XIII, su catedral gótica, situada sobre el solar de la mezquita mayor musulmana, y después de dos siglos de obras, contaba con un poderoso cabildo de 14 dignidades, 40 canónigos mansionarios (residentes), 20 canónigos extravagantes (honoríficos), 50 racioneros, unos 200 capellanes, 40 clerizones y una amplia red de servidores y oficiales laicos. Todos ellos controlaban buena parte de la economía toledana, su cultura, sus prácticas religiosas, sus obras de caridad y otros aspectos de la vida urbana y el amplio alfoz. Los canónigos eran los que tenían mayor formación y pertenecían a las familias más influyentes, siendo el valor de sus prebendas muy superior al del resto del clero.

Las colegiatas son iglesias que no tienen la consideración de catedral (no están regidas por un obispo) pero tampoco son meras parroquias, sino que cuentan con un cabildo de canónigos que se proponían vivir en comunidad bajo una regla, agustiniana generalmente. En la segunda mitad del siglo XII el arzobispo Castellmoron y el cabildo dotaron a las colegiatas de Talavera y Toledo de una serie de posesiones y más tarde el arzobispo Díaz Palomeque dotó a sus abades de “dignidad”, aunque su papel era meramente testimonial (abad, sodeán, tesorero y chantre[2]), pero eran responsables de la parroquia de San Martín, creada en plena judería una vez que los judíos fueron expulsados. La colegiata de Talavera consolidó un importante patrimonio a partir de donaciones de los reyes y de los arzobispos, mandas testamentarias y derechos de enterramiento de nobles y clérigos.

El conjunto de las cuatro ciudades tenían 66 parroquias en 1501 con 64 curatos y 30 prestameros (tenían reconocida una pensión). Los beneficios en estas parroquias (siempre en el año citado) oscilaban entre 300 maravedíes y 16.000, pero la mayoría oscilaban entre 2.000 y 5.000 mrs. Los que superaban estas cantidades eran los de Toledo, sobre todo… una canonjía de la catedral de Toledo valía 120.000 maravedíes y una ración unos 25.000: todo un negocio.


[1] “Iglesia y vida urbana. Las ciudades del arzobispado de Toledo a finales del medievo”.
[2] Responsable del coro.

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