domingo, 3 de septiembre de 2017

Monjas en la Edad Media de Galicia



Monasterio de Ferreira de Pantón (Lugo)

Uno de los capítulos preliminares de la tesis doctoral de Teresa C. Moure Pena[1] se refiere a las monjas de Galicia antes y después de que adoptasen la regla benedictinaa lo largo de la primera mitad del siglo XII, de forma tardía y dificultosa. En un principio, la mayoría de los monasterios gallegos eran dúplices y familiares, lo que indica la tardía introducción de la influencia cluniacense, que no se abrirá paso en el noroeste peninsular hasta finales del siglo XI.

La autora habla de comunidades dobles presididas por un abad o por una abadesa, como es el caso del monasterio de Sobrado de Trives (año 963), al este de la provincia de Ourense[2]. En el siglo XII la convivencia entre monjes y monjas seguía existiendo, pues hay pruebas de reproches al conocerse que ello era totalmente incompatible con el monacato benedictino. Lo cierto es que los fundadores solían ser familias nobles que empleaban a una o varias de sus mujeres para dirigir los cenobios, como en el caso de Ferreira de Pantón, al sur de la provincia de Lugo. Tiene una arcada flanqueada por dos torres antes del edificio propiamente dicho, un ábside románico y una iglesia pequeña. Estuvo vinculado al linaje de los condes de Lemos hasta finales del siglo XII.

Las fuentes (generalmente indirectas) hablan de la proliferación de estos monasterios dúplices, donde el personal vivía “sin disciplina regular”, sino de acuerdo con normas antiguas. Desde el siglo XII se dio una importante participación de los reyes con apoyo económico, lo que llevó también a la ordenación monástica de acuerdo con los deseos del papado y del arzobispo Gelmírez. Se sabe que en algunos casos excepcionales las monjas se asentaron en monasterios que habían sido antes de monjes (Conxo y Chouzán)[3].

No hay evidencias de que los monjes se hiciesen cargo de la dirección espiritual y material de los monasterios femeninos, por lo que estos debieron gozar de autonomía plena. Una excepción puede ser el monasterio de Chouzán. Los contactos entre los monasterios masculinos y femeninos fueron difíciles en no pocas ocasiones, generalmente por cuestiones mundanas: derechos de patronazgo, heredades, rentas, como fue el caso de las abadías de Celanova y Ramirás, en el suroeste de la provincia de Ourense los dos. En el de Codeseda (A Estrada, al norte de la provincia de Pontevedra) fue armado caballero en 1124 el rey Alfonso VII, que armó a otros nobles gallegos. A mediados del siglo XII será constituida en Codeseda una comunidad femenina benedictina.

En otras ocasiones los monasterios tuvieron que pedir protección, al rey o a otros nobles, contra las intromisiones de poderosos linajes, como es el caso del abad de Chantada (Lugo) contra el caballero Vasco Gómez de Seixas. En general reinó el desgobierno, pues quizá no se podría esperar otra cosa de la dependencia económica de estos monasterios de familias ricas. Un ejemplo es el de la abadesa de Pesqueiras (Chantada, Lugo), emparentada con el conde de Lemos, quien según ella misma solicitó su nombramiento como priora al obispo de Lugo “a cambio de una gratificación económica”.

Durante los siglos XIII a XV se dio el fenómeno de los nobles encomenderos, que se hacían nombrar “dueños” de los monasterios para apoderarse de sus rentas y jurisdicciones, imponiendo pesadas cargas a los vasallos de estos. Fue el fenómeno que precedió a la reforma religiosa llevada a cabo durante el reinado de los Reyes Católicos. Contra los nobles encomenderos tuvieron que intervenir los propios reyes, y es particularmente interesante el caso del monasterio de Dormeá (Biomorto, A Coruña), sobre el que el noble García Díaz de Mesía quiso imponerse, lo que motivó su excomunión decretada por el papa Benedicto XIII.

Los monasterios benedictinos de monjas fueron muy modestos en general, de reducidas dimensiones y con un escaso número de religiosas, que en ocasiones no cumplían con regla alguna. Fueron tantos los monasterios femeninos que se hizo difícil el control sobre sus normas y cumplimiento, cayendo en una decadencia general antes y durante procesos que se dieron contra diversas abadesas, algunas de las cuales no hacían vida monástica, sino que tenían una moral relajada, vivían amancebadas (con clérigos y con laicos) y tenían hijos; en otras ocasiones administraban mal los bienes de los monasterios, supuestamente en su favor. Ello fue lo que llevó a eliminar muchos de aquellos monasterios y concentrar a las monjas en el santiagués de Antealtares, de fábrica monumental, formando parte del núcleo compostelano.


[1] “Los monasterios benedictinos en Galicia en la baja Edad Media: arquitectura y escultura monumental”.
[2] Es pequeño con una iglesia sencilla cubierta a dos aguas, un arco triunfal y frescos en la cabecera. El primer tramo de la nave se encuentra a menor nivel que el resto del templo.
[3] El de Conxo hoy con una fachada barroca, cerca de Santiago de Compostela.

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